12.24.2016

El reencuentro

Y ahí estabas, en el lugar de siempre, esperando mi llegada. Yo ansiosa pero a la vez relajada ¿Es eso posible? te veo de lejos, me asomo y nos miramos después de casi un año, estás ahí con tu sonrisa particular, el brillo en tus ojos y yo en medio de esa paradoja, sintiendo alegría de vernos sin remordimientos, sin culpas, sin nada que sentir, como dos personas al inicio de su encuentro.
Caminamos, hablamos, nos contamos ciertas cosas que nos han pasado. Decidimos ir a por un café, sabes que amo el café, no hay mejor propuesta que tomar café, nos sentamos, nos reímos, nos miramos, tal vez es el conjunto de todo lo que vivimos pero todo eso que se queda como un bonito recuerdo, ninguno espera que se haga realidad y es cuando te das cuenta que era necesario este reencuentro, para que se disipen las pequeñas dudas y te das cuenta mucho más que ya no sientes nada amoroso por él sino una extraña y bonita esperanza de ser cordiales y que después de todo por algo suceden las cosas. No sé como explicar lo que sentí ese día, pero me hizo ver que lo que no creía posible lo fue, podíamos llevarnos bien, siguieron las risas aunque también los espacios de silencio que no se hicieron incómodos, era como tomar un pequeño respiro y luego retomar la conversación. Tu compañía, seguir hablando, caminar y saber que esto no iba a quedar aquí, que somos adultos, que soy adulta, que me hiciste entender muchas cosas aunque no lo supieras, que me hiciste mejor persona, debo agradecértelo en silencio.
Nos despedimos, nos vamos con paz en el corazón y una sonrisa, nos damos cuenta que la compañía del otro sienta bien, que hasta podríamos ser amigos en un futuro no muy lejano.
Él: Me da alegría que podamos conversar.
Yo: A mí también.


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